lunes, 20 de diciembre de 2010

FuQuene

Hago más estando de pie en el lecho de la zorra,
Estático envuelto en viento y olor de agua mansa,
Con el sonido del verde meciendose,
Y el sol moviendose a ritmo de ondas, pequeñas olas.

Hago más allí, por unos minutos con mi cigarrilo,
saboreando la mañana y gozando del silencio de lo humano,
que en mil días de esplendor y belleza urbana.

Es allá, con la ropa húmeda de niebla y las botas sucias,
donde cobro sentido.

jueves, 2 de diciembre de 2010

YO tú=yo, ¿ y TÚ?

“Recuerdo una noche, en la que íbamos varios amigos por el Raval de Barcelona; barrio donde se concentra la prostitución en dicha ciudad. Allí las prostitutas son agresivas, te halan de los brazos, intentan tocar tus genitales y tratan de incentivar tu interés sexual a toda costa; es su negocio y tú eres un cliente potencial. Caminando encontramos a una de ellas, y después de hacer todo su despliegue, desistió y nos pidió un cigarrillo. Le dijimos que solo teníamos tabaco de liar, opción a la que ella optó por no aceptar, respuesta que mi amigo objetó diciéndole “te lo lio yo si quieres”. En ese momento la prostituta ya no fue más prostituta. En esa noche mi amigo la trató a un nivel personal, y ella dejo de trabajar para ser persona por unos minutos con nosotros. Solo con un favor desinteresado y algo de tiempo, un hombre consiguió que la prostituta dejara de tratarlo como a un cliente, porque en este caso, el hombre la trató como se le trata a una mujer, a una persona, a cualquier persona.”

Partiendo desde cualquier tipo de despersonalización, podría abarcar tantas páginas como días vividos. Es imposible para mí parar de hablar de ello, me indigna el hecho de que se utilice tan ágil e irresponsablemente la expresión “no es personal”, cuando todo es personal.

¿Cómo puede ser que la manera de acercarse a las personas no sea personal? ¿Cómo llegó a pasar que el trato hacia los demás tenga un criterio diferencial además del obvio? Me refiero con esto a que es imposible tener el nivel de confianza y afecto hacia un amigo verdadero, con un total extraño; sin embargo, cabe la posibilidad, espero que aún quepa, de tratarlos como personas, exactamente iguales a nosotros en cuanto a condición humana, que por cosas de la vida tienen conceptos diferentes de lo que implica la existencia y sus dilemas, además de estar envueltos en una trama de circunstancias probablemente muy distante de la que nosotros tengamos que enfrentar.

Es impresionante como intentamos no mirar a la gente cuando estamos en un transporte público o en la calle, y buscamos a toda costa huir de la mirada de los extraños. Estamos envueltos en la tragedia de los acercamientos interesados, de los acercamientos no personales.

A veces da simple pereza el ayudar a los demás, y simultáneamente permitir que nos ayuden, porque al proveer ayuda, implica un interés adicional, que las personas, ya desacostumbradas a la maravillosa y tan amplia, aunque en desuso, generosidad humana, no quieren satisfacer. Me explico, si todos los acercamientos humanos se basaran en un interés adicional, el acercamiento sería no personal, porque el interés satisface únicamente a quien lo posee, convirtiendo a las demás personas en un medio para conseguir una satisfacción egoísta.

Es triste preguntarse casi automática e instantáneamente, después de un encuentro fortuito, ¿Qué será lo que quiere esta persona de mí? y que esa pregunta no tenga como respuesta “pues me quiere a mí”, no como medio para la satisfacción, sino como ente humano, como persona rica en experiencias y vivencias, como un único e irrepetible ser que vale la pena ser conocido, cosa que también nos trae una satisfacción aunque desprovista de egoísmo. También puede existir la opción de que tan solo ha sido amable conmigo porque ser amable y servicial es una buena práctica, además de muy agradecida, cuando se vive en comunidad.

De igual manera pasa cuando los demás nos tratan como personas, ya desacostumbrados, igual que ell@s, encontramos inusual y falsa a la generosidad hacia nosotros, en vez de apreciarla como lo que es, un regalo de la humanidad para la humanidad, un gesto de bondad que jamás podrá ser convertido en pagos en especie, en la cama o con dinero.

Para poder hacer esto, el siempre encaminar nuestros actos a un encuentro personal real, tendríamos que volver a creer en la gente, y seguir creyendo incluso cuando nos hayan roto el alma. Creer nos hace fuertes, nos da ilusión, paciencia, y lo más importante, practicando un trato personal, le hacemos recordar a los olvidadizos el cómo se siente ser persona, y sobre todo, como hay que tratar a las personas.

Ojalá que en algún momento el mundo entero sea de personas, un mundo casi opuesto al de ahora, lleno de títulos y clasificaciones. Deberíamos tratar solo a personas y olvidar todo eso de pobres, ricos, mujeres, hombres, inmigrantes, homosexuales, heterosexuales, blancos, negros, raros, musulmanes y tantísimos otros calificativos que le ha tomado tantos años a la historia inventar, tan solo para separarnos y conseguir que nos auto despersonalicemos convirtiéndonos en eso, un estúpido calificativo, que está lejísimos de describirnos como individuos y que nos obliga a despersonalizar a los demás, asignándoles otros calificativos igual de estúpidos, inútiles y superficiales.